Corrían los mediados de los 80, cuando el señor Tracii Guns se pegaba cada juerga con su colega Axl Rose. En esos primeros tiempos, no llegó a la luz ningún trabajo que dejara testimonio del paso del que luego fuera el polémico líder de Guns’n’Roses. Pero L.A. Guns tuvo unas idas y venidas un tanto raras. Su amigo Axl Rose abandonaría L.A. Guns para formar parte de otra banda, Hollywood Rose, en la cual ya se encontraba cierto individuo que más adelante tomarían protagonismo, Izzy Stradlin. Volvieron a juntarse sus caminos y decidieron fusionar ambas bandas, L.A. Guns y Hollywood Rose, dando como resultado la que es hoy conocida como Guns’n’Roses.
Pero Tracii Guns no duró mucho en la recién creada banda, y en cuanto pudo, puso pies en polvorosa y reformó su antigua banda. L.A. Guns. En esa nueva formación, ya existieron otros miembros que pasaron de forma temporal por allí, y no fue hasta que llegó Phil Lewis, que provenía de la banda Girl, a la voz cuando la cosa empezó a tomar mayor estabilidad. En 1988 nació su primer trabajo en estudio, el disco que llevaba como título el nombre del Grupo L.A. Guns, con un sonido propio de la ciudad que los vio nacer, Los Angeles, sucio, callejero y gamberro.
Trallazos como Sex Action, No mercy o One more reason, son claro ejemplo del estilo que perseguían estos muchachos, chulescos, callejeros, vamos a la moda del momento.
Recuerdo que no fue hasta el siguiente disco Cocked and Loaded, hasta que no me llamaron la atención.
Siguiendo la estela de su anterior disco, proseguían con la misma fórmula de Los Angeles, y aquí fue donde despegaron definitivamente. Me enamoró el temazo de Never Enough, para mí uno de sus mejores temas de toda su discografía. Ballad of Jane fue la llave que les abrió a más adeptos a su sonido. Pero no hay que olvidar Rip and Tear, macarra como ella sola.
Recuerdo que cuando salió su tercer trabajo, Hollywood Vampires, rompí la hucha y salí corriendo a la tienda de discos a hacerme de su vinilo. Si bien cambiaban un poco el estilo para hacer algo más experimental, no me defraudó. Me pareció un buen trabajo.
Y no sólo me pareció un buen trabajo, sino que encima contenía para mí una de las mejores baladas que se han hecho nunca, Cristal Eyes, con una sensibilidad exquisita.
Les perdí un poco la pista durante algunos años, hasta que no hace muchos, en el año 2003, me enteré que tocaban muy cerca de aquí, en Murcia, junto a los compatriotas Enuff Z'Nuff, pero era un viernes por la noche, y suponía pegarse una paliza de coche. Pero nos liamos la manta a la cabeza y allí nos presentamos, en lo más parecido a un viaje en el tiempo que he podido vivir. El glam rock parecía no haber muerto, y el público asistente así lo transmitía. La sorpresa in situ fue descubrir que Tracii Guns no iba a asistir, por algunas “diferencias” con el resto del grupo, a lo cual, el vocalista Phil Lewis bromeaba sobre ello, tomando él el liderazgo. Qué decir, que disfruté como un enano, pues fue un conciertazo de puro sleazy, muy bien ejecutado y con una buena comunicación con los asistentes.
A veces no hace falta grandes bandas, que llenen estadios para disfrutar de buena música. L.A. Guns siempre tendrán ese algo que hace que de vez en cuando rebusque entre mis estanterías y me detenga siempre cuando llego donde están los cds de la letra L.