Siempre le he tenido cariño a esta banda tan macarra, tal vez porque fuera de las primeras que tuve la oportunidad de escuchar de la siempre bienvenida mano de mi amigo Gabi, por su imagen que me impactó, esa mezcla de sangre, vísceras al más puro estilo Matanza de Texas, y por la leyenda que se contaba de cada uno de sus miembros, y no precisamente por ser hermanitas de la caridad. Claro eran tiempos en los que primaba ser malote que un perfecto padre de familia que acata las normas establecidas por la sociedad.
Ahora regresan con su último trabajo, Babylon, siguiendo la estela del maravilloso Dominator, que a mí personalmente me encantó, porque rescataron la esencia que en su momento me cautivaron, su sonido más crudo y primitivo, tras un par de experimentos con las dos partes de Neon God que no tuvo mucha repercusión.
El álbum comienza con la evocadora de otros tiempos Crazy, puro WASP 100%, que me recuerda a horrores mi queridísima Wild Child, anteriormente reseñada, y que habiéndolo escuchado un par de veces el disco completo, es de mis favoritas. A este trallazo le sigue Live to Die on Another Day, un tema más rockanrolero, como a veces nos dejan caer estos chavalotes. Con Babylon’s Burning, tenemos otra vez a WASP marcando su sello, pero esta vez me recuerde más a una época donde hicieron la maravilla de Crimson Idol (una evocación a Murders in the rue Morgue?), simplemente genial.
Con Burn, toca hacer una versión, esta vez de los Purple con Coverdale, y salen muy bien parados, y mira que para esta canción suelo ser muy exigente cuando la oigo por otras bandas que no sean la original, en las que le pegaba Hughes una somanta vocal al Coverdale.
También hay tiempo para temas más tranquilos como Into the Fire, rememorando momentos de mecheros al viento (hoy sustituidos por los ccd de las cámaras digitales), un tema épico y grandioso. Tras esta pausa, vuelve la tormenta de Lawless y compañía, con Thunder Road, otro tema rockero marca de la casa, que te hace ir corriendo a desempolvar la muñequera de pinchos que tienes por ahí guardada en lo más profundo de tu armario del metal.
Y si quieres más, toma Seas of Fire, con un comienzo de a ver qué me traen, que preparan, volviendo a sacar ese riff tan característico y manido que identifica a WASP, pero que tanto me gusta.
Con Godless Run, se tranquilizan otro poco, otro medio tiempo que en mi opinión es más normalito, pero bueno, es muy difícil tener un disco con matrícula de honor en todo, pero en este tema queda con notable alto.
Para acabar se marcan otra versión, puro rock’n’roll de los cincuenta, gran influencia para Lawless en muchas canciones a lo largo de su discografía. Promise Land, de uno de los reyes del Rock’n’Roll con mayúsculas, Chuck Berry.
Decir que este disco al contrario de decepcionarme, me ha encantado, una selección de temas que apenas superan los cuarenta minutos, cosa que se agradece en los tiempos que corren, que con aprovechar la capacidad del cd se están haciendo muchos trabajos con puros rellenos, y acaba uno empachado.
Gran trabajo Blackie.
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